La seducción del pesimismo

El tema que nos ocupa ha sido explorado por numerosos estudiosos y lectores de la obra de Larra, puesto que puede tomarse como enfoque para analizar a su vez la sociedad contemporánea al autor. El desaliento y el pesimismo han sido una constante en la historia de la literatura, aún más en el Romanticismo, momento en que lo oscuro y lo negativo se muestra latente en las letras y el arte.
El pensamiento de Larra, desde su posición crítica, aborda y elabora la situación política y social de la época referente a la preocupación por España. Este sentimiento lo compartirán posteriormente los de la generación del 98, Quevedo, Cervantes (1547)-1616) o Cadalso con sus Cartas marruecas (1789). A todos les duele la quiebra de su tierra, la ignorancia, la cadencia de los gobernantes y el atraso.
En los artículos propuestos, como en el resto de obra y biografía del autor, observamos cómo desde lo social se muestra un amor intenso a su país, a un país que ve morir, a un país en el que los malos hábitos y el individualismo están venciendo a los valores morales establecidos. Encontramos de esta manera a un Larra hastiado, al que España le parece un lugar prosaico, alejado del idilio en el que no le atormentaría la sociedad de su tiempo.
De esta manera, el autor parece utilizar los textos literarios no solo como herramienta de trabajo, sino como remedio contra la propia impotencia que sufre, contra la abulia del país, la ignorancia de la sociedad, e incluso contra la incomprensión que cree sufrir.
El pesimismo fue para Larra lo que la caballería andante para don Quijote. Larra no expresa encanto con la situación del país, sino que se sitúa en una postura constante relacionada con la negatividad, en la que el optimismo no tiene cabida, sino que se muestra como un elemento más al que criticar. La autodestrucción formal se hace eco en sus textos, por lo que lo destacamos como elemento intrínseco a su obra.