
Sensibilidad e histeria
En la obra rosaliana, la autora se acoge a la dedicación literaria con respecto al drama romántico, concretamente aquel que actúa con un especial hincapié en el clímax de lo histérico. Así, Rosalía de Castro emplea o acude a un común recurso literario, no obstante, por mediación de la magna agudeza, finura y profundidad que se exhiben propias de la subjetividad femenina desde la que la pluma rosaliana proyecta la trama emocional y psicológica de quienes habitan en una sociedad signada por una pasión desbordante.
El clímax histérico, distinguido por el estallido de una emoción desenfrenada y la dispersión de una sensibilidad encontrada, se destapa como momento o elemento preponderante en el seno del drama rosaliano. Por mediación de una prosa poética y sugerente, Rosalía posiciona a su lector ante la apreciación del sentimiento o sensación de zozobra desde el prisma del abismo del alma humana, no obstante, revelando una sensibilidad y empatía sublimes.
La tranquilidad era para ella la muerte. Su imaginación vagaba eternamente por desconocidas regiones, de las cuales descendía fatigado su espíritu, el altanero y el loco. […] empezó a hablar en voz alta un lenguaje comprensible sólo para ella. Su voz salía vibrante, su mirada despedía el brillo ardiente de la locura, sus labios pronunciaban convulsivos las palabras tembladoras, y su pecho anhelante podría apenas contener aquel torrente impetuoso de suspiros, de exclamaciones y de quejas que iban a turbar la soledad de aquellos retiros. […] Corrió largo tiempo y como una verdadera poseída de un lado al otro de la playa, y después jadeante y casi sin aliento, arrodillóse a orillas del mar […] (Castro, 2019: 46-47)
Es manifestado, así, el éxtasis de locura que sufre Teresa, una de las protagonistas de la obra, ante la Costa da Morte (Galicia). Asimismo, en antítesis al momento de desenfreno emocional exteriorizado por Teresa, nuestra artífice del relato entabla cierto vínculo entre el clímax histérico y no la locura o enajenación, sino el sonambulismo, dado que, al aludir a la posesión espiritual, este tildaría el carácter macabro de ese clímax de lo histérico relativo al romanticismo. Expuesto esto, la prosa rosaliana constata el binomio histeria-sonambulismo que destacará en el romanticismo, sobre todo, de la primera mitad del siglo XIX, donde tal tándem se muestra como distinción de enfermedad en cuanto al sexo femenino.
Esperanza se deslizó como una blanca y tímida sombra […]. Estaba oscura la noche y la pobre niña, al cruzar vestida de blanco las sombras que envolvían la campiña, semejaba vaporoso fantasma, alma errante, ser sutil como el viento. (Castro, 2019: 98).
Sin embargo, es el derrame colosal de la sensibilidad la panacea que la autora enuncia en cuanto a la locura:
—¡Llore usted, hija mía, llore usted! Ese llanto le ha de hacer a usted mucho bien… (Castro, 2019: 146)
Paradójicamente, aquello que expone a Teresa como personaje desemejante al resto del colectivo femenino es la posibilidad que la autora le brinda de expresar su sensibilidad ante el continuo sentimiento de pérdida, no obstante, por conducto de una previa supresión de arraigo de todo vínculo familia. Tal desarraigo y yerma visión del mundo autorizan la construcción de una subjetividad dentro de Teresa que, al igual que Rosalía, descubre un cuerpo prematuramente desorganizado en analogía con la tempestad y las olas alusivas al paisaje gallego que impregna y firma tanto la vida como obra rosaliana.


